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  • ¿De verdad quieres que tus hijos e hijas sean felices?

    Reflexión sobre las expectativas adultas y el acompañamiento emocional en la infancia


    Introducción

    ¿Cuántas veces has dicho o escuchado aquello de “solo quiero que mis hijos e hijas sean felices”? Esta frase, que parece un acto de amor incondicional, encierra muchas veces una trampa emocional invisible: habla más de las necesidades de las personas adultas que de las necesidades reales de la infancia.

    En este artículo te invito a mirar esta idea desde una perspectiva psicológica y humana, para acompañar mejor a la infancia y ofrecer un espacio donde puedan sentirse seguras y comprendidas, también en sus emociones difíciles.


    ¿Qué esconde realmente el deseo de que sean felices?

    Cuando deseamos que nuestros hijos e hijas sean felices, a veces lo que buscamos sin darnos cuenta es sentirnos bien al verles sonreír. Nos alivia verles contentos, y nos cuesta sostener cuando expresan tristeza, miedo, enfado o frustración.

    De forma inconsciente, podemos esperar que ellos regulen su mundo emocional para que nosotros no nos sintamos incómodos.

    Ya lo explicó Winnicott (1960) al señalar que la función de madres, padres y figuras de cuidado no es proteger a la infancia de las emociones dolorosas, sino ofrecer un entorno lo suficientemente seguro como para que puedan sentirlas y procesarlas.

    El problema no es que los niños y niñas sientan tristeza, enfado o miedo, sino nuestro propio malestar al verles pasarlo mal.


    El riesgo de convertir la felicidad en una meta

    La felicidad no es un estado continuo. Las investigaciones en psicología positiva (Lyubomirsky et al., 2005) demuestran que es fluctuante, depende de muchos factores y cambia a lo largo de la vida.

    Si les transmitimos la idea de que lo esperado es estar siempre felices, pueden:

    • Aprender a ocultar emociones como la tristeza, la rabia o la decepción.

    • Sentir que no tienen permiso para mostrar sus emociones cuando estas son incómodas.

    • Desconectarse de lo que sienten para evitar generar malestar en las personas adultas.

    Pero las emociones no desaparecen por esconderlas. Quedan sin procesar y pueden dificultar su bienestar emocional a medio y largo plazo.


    Todas las emociones son necesarias

    Desde una perspectiva neuropsicológica y evolutiva (Panksepp, 1998; Siegel, 2012) sabemos que cada emoción cumple una función importante:

    • La tristeza ayuda a elaborar las pérdidas.

    • El miedo nos protege de los peligros.

    • El enfado nos muestra que algo nos ha herido o nos incomoda.

    • La frustración nos entrena en la tolerancia y la paciencia.

    Evitar que vivan estas emociones no les prepara mejor, sino todo lo contrario. Lo que necesitan es experimentar, comprender y aprender a regular sus emociones, acompañados de una persona adulta disponible y confiable.


    Lo que la infancia realmente necesita

    No necesitan que les aseguremos estar siempre felices, sino:

    • Que les acompañemos cuando sientan tristeza, enfado, miedo o inseguridad.

    • Que puedan expresarse sin que intentemos rápidamente arreglar lo que sienten.

    • Que normalicemos las emociones difíciles como parte natural de la vida.

    La teoría del apego (Bowlby, 1969) y las investigaciones sobre mentalización (Fonagy y Target, 1997) nos muestran que lo que da seguridad emocional no es evitar el malestar, sino saber que pueden sentirlo sin quedarse solas o solos en ese proceso.


    La relación con nuestro propio mundo emocional

    Es habitual que, en consulta, surja esta pregunta:

    ”¿Qué pasa si no sé sostener lo que sienten?”

    La respuesta es simple pero profunda: primero necesitamos sostenernos a nosotras y nosotros mismos.

    Autores como Siegel (2012) o Schore (2003) nos muestran que la capacidad de los niños y niñas para regularse emocionalmente depende de la regulación de las figuras adultas. No basta con decir “tranquila”, “todo irá bien” si nos desbordamos por dentro. La regulación emocional se transmite a través de la presencia.

    Cuando no hemos aprendido a convivir con nuestras propias emociones difíciles, es muy difícil acompañarlas en la infancia sin intentar eliminarlas.


    Entonces, ¿qué es realmente importante?

    Más allá de desear su felicidad, lo que verdaderamente necesitan es:

    ✔ Ser una base segura en cualquier emoción

    ✔ Validar lo que sienten, sin urgencia por cambiarlo

    ✔ Estar disponibles y presentes, sin juicio ni prisa

    ✔ Mostrar con naturalidad que todas las emociones tienen su lugar

    ✔ Crear espacios donde puedan expresar lo que sienten sin miedo

    El bienestar emocional no consiste en evitar el malestar, sino en ofrecer una relación que les permita atravesarlo acompañados.


    ¿Cómo acompañar en el día a día?

    Algunas claves que pueden ayudarte:

    • No busques solo que estén felices, permíteles también estar tristes, enfadados o con miedo.

    • Escucha lo que sienten sin prisa por arreglarlo.

    • Cuida tu propio mundo emocional, cuanto más te sostengas tú, mejor les sostendrás a ellas y ellos.

    • Normaliza que todas las emociones forman parte de la vida.

    • Recuerda que no siempre es necesario solucionar, muchas veces basta con estar.


    Conclusión

    Querer que quienes amamos sean felices es humano y legítimo. Pero si miramos con profundidad, descubrimos que la tarea no es garantizarles felicidad constante, sino ofrecerles un refugio seguro para vivir todas sus emociones.

    Lo verdaderamente importante no es evitar que sufran, sino que, cuando sufran, puedan saber que no estarán solos ni solas.


    Sobre la autora

    Soy Iris Pasamón Gonzalo, psicóloga en proceso constante de aprendizaje y creadora de El Baúl de Psicología. Acompaño a personas, familias y profesionales a cuidar el bienestar emocional desde una mirada humana, respetuosa y realista.

    En mi consulta encontrarás un espacio seguro, donde podrás reconocer, comprender y transitar lo que sientes, sin miedo, sin juicio, con presencia.


    ¿Te gustaría profundizar en este proceso?

    Si te has sentido identificada o identificado con esta reflexión y quieres aprender a sostener mejor tu propio mundo emocional o el de tus hijos e hijas, podemos hacerlo juntas.

    En El Baúl de Psicología ofrezco acompañamiento psicológico online y presencial, adaptado a las necesidades de cada persona.

    Si lo necesitas, estoy aquí para acompañarte.

    → Solicitar una primera sesión o más información


  • La trampa de la positividad tóxica: cuando fingir estar bien tiene un coste emocional

    La trampa de la positividad tóxica: cuando fingir estar bien tiene un coste emocional


    ¿Por qué hablar de esto?

    En una cultura que exalta el optimismo como si fuera el único camino hacia el bienestar, hablar de emociones difíciles puede percibirse como un acto incómodo, incluso impropio. Sin embargo, desde una mirada psicológica y humanista, reconocer lo que sentimos —incluso cuando no es “positivo”— es una necesidad emocional, no una debilidad.

    Este artículo explora el fenómeno de la positividad tóxica, respaldado por evidencia científica y con una perspectiva empática, para ayudarte a construir una relación emocional más auténtica y sostenible.


    ¿Qué es la positividad tóxica?

    Una cultura emocional que premia la evitación

    La positividad tóxica es una forma de negación emocional que se disfraza de optimismo. Consiste en minimizar, evitar o invalidar emociones consideradas “negativas” —como la tristeza, el miedo o el enfado— en favor de una actitud constantemente alegre o entusiasta, incluso cuando no se siente genuinamente.

    Según estudios sobre regulación emocional (Gross, 1998), evitar emociones incómodas de forma persistente se asocia con mayores niveles de estrés, ansiedad y disociación emocional.🔗 Disociación emocional: Cuando desconectarse es un mecanismo de supervivencia 


    Ejemplos de positividad tóxica (que quizás no sabías que lo eran)

    • Sentir vergüenza por estar triste o frustrado.

    • Evitar hablar de temas difíciles para no “bajar la energía”.

    • Reprimir emociones frente a otros para no ser percibido como “negativo”.

    • Usar frases como “todo pasa por algo” o “piensa en lo bueno” como vía de escape.

     No se trata de renunciar al optimismo, sino de no usarlo como excusa para reprimir lo que también es parte de la experiencia humana.


    ¿Qué impacto tiene la positividad tóxica en nuestra salud mental?

    Efectos psicológicos

    • Aumento de la ansiedad, al no permitirte procesar lo que sientes.

    • Sensación de soledad emocional, por no encontrar espacios de escucha auténtica.

    • Duelos bloqueados, al sentir que debes “superarlo” rápido.

    • Autoexigencia emocional, intentando ser fuerte incluso cuando estás agotado.

    Estudios en psicología clínica (Neff & Germer, 2013) subrayan la importancia de la autocompasión y la validación emocional como factores protectores ante el estrés crónico.

    Efectos físicos

    • Tensión muscular crónica, dolores de cabeza o contracturas.

    • Problemas digestivos y trastornos del sueño.

    • Síntomas psicosomáticos que aparecen cuando no expresamos lo que sentimos (Taylor et al., 2011).

     Investigación sobre el impacto de la represión emocional en la salud


    Validar emociones: una herramienta terapéutica (no una moda)

    Las emociones no son errores, son respuestas adaptativas del sistema nervioso. Cada una cumple una función:

    • El miedo nos prepara para el peligro.

    • La tristeza nos ayuda a procesar pérdidas.

    • El enfado marca límites y protege nuestra integridad.

    Negarlas no las elimina. Solo hace que se intensifiquen, se enquisten o se manifiesten de forma disfuncional.


    ¿Cómo cultivar una emocionalidad más honesta (sin caer en el dramatismo ni en el positivismo vacío)?

    1. Acepta lo que sientes sin justificarte

    Tu valía no depende de si hoy estás bien o mal. Sentir es parte del proceso humano.

    2. Sustituye frases vacías por presencia

    No hace falta resolver, basta con acompañar. En lugar de “todo pasa por algo”, puedes decir: “Entiendo que esto te duele, y aquí estoy para escucharte”.

    3. Rodéate de vínculos seguros

    Las relaciones auténticas no exigen perfección emocional. Se construyen desde la vulnerabilidad compartida.

    4. Respeta tu ritmo

    No todas las heridas sanan en los mismos tiempos. Forzar la recuperación emocional puede ser más perjudicial que sanador.

    5. Practica el autocuidado emocional

    Cuidarte no es solo “darte un gusto”, es escucharte, respetarte y acompañarte en lo que realmente necesitas.

    Respiración consciente y su papel en la regulación emocional


    Reflexión final: bienestar no es estar bien todo el tiempo

    La verdadera salud emocional no consiste en eliminar lo que duele, sino en poder sostenerlo con compasión y sin juicio. Fingir que todo está bien no te hace más fuerte: te desconecta de ti mismo.

    Desde El Baúl de Psicología, promovemos una visión integradora del bienestar. Una que incluya todas tus emociones, no solo las cómodas. Una que abrace lo humano por encima de lo estético.

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    Quizás alguien más necesita leer esto hoy.


  • Cómo el trauma se manifiesta en el cuerpo y qué hacer al respecto


    Trauma en el cuerpoDurante años se pensó que el trauma era solo psicológico. Hoy, la evidencia clínica y neurocientífica confirma que el trauma también vive en el cuerpo. A veces, incluso sin que la persona lo sepa conscientemente, el cuerpo grita lo que la mente ha silenciado.

    Dolores crónicos, tensión muscular, fatiga persistente, problemas digestivos… todos pueden ser manifestaciones físicas de un trauma no procesado.

    En este artículo exploramos cómo se manifiesta el trauma en el cuerpo, por qué ocurre y qué estrategias con respaldo científico pueden ayudar a sanar desde una perspectiva empática y realista.


    ¿Qué es el trauma y cómo se almacena en el cuerpo?

    El trauma no es solo el evento que ocurrió, sino lo que esa experiencia generó en nuestro sistema nervioso. Como explica el Dr. Gabor Maté, el trauma es una ruptura en la conexión contigo mismo, producto de una vivencia abrumadora que superó tu capacidad de afrontamiento.

    Según el psiquiatra Bessel van der Kolk, autor de El cuerpo lleva la cuenta, cuando una experiencia no puede ser integrada, el cuerpo queda atrapado en una respuesta de lucha, huida o congelación.

    Esto se traduce en un sistema nervioso que permanece hiperactivado mucho después de que el peligro pasó, generando síntomas físicos persistentes.

    Enlace relacionado:

     Disociación emocional: Cómo el trauma nos desconecta de nuestras emociones


    Síntomas físicos del trauma en el cuerpo

    El trauma no desaparece por ignorarlo. El cuerpo encuentra formas de expresarlo:

    1. Dolores musculares y tensión crónica

    Tensión en cuello, mandíbula, espalda o pecho son signos de un sistema nervioso que no ha salido del modo alerta.

    2. Problemas digestivos

    El eje intestino-cerebro se ve directamente afectado por el trauma, generando síntomas como inflamación, colon irritable o problemas de absorción.

    3. Fatiga emocional y física

    El sistema permanece en “modo supervivencia”, lo cual agota las reservas energéticas del cuerpo.

    4. Dificultades respiratorias y taquicardia

    Sensación de falta de aire, opresión en el pecho o palpitaciones sin causa médica clara pueden ser respuestas fisiológicas al trauma.

    Ansiedad encubierta: La hiperproductividad como mecanismo de evitación emocional


    ¿Qué le pasa al sistema nervioso cuando hay trauma?

    Cuando una experiencia traumática no es procesada, el cuerpo entra en modo supervivencia prolongado:

    • Aumento de cortisol: El estrés sostenido altera el equilibrio hormonal.

    • Desregulación del sistema nervioso autónomo: Se pierde la capacidad de alternar entre activación y descanso.

    • Cambios cerebrales: La amígdala (miedo) se sobreactiva y el hipocampo (memoria/emociones) se debilita.

    • Inflamación crónica: Afecta funciones inmunes, digestivas y cardiovasculares.

     Estudio sobre la relación entre trauma y salud física en PubMed


    “Todo está bien, pero yo no me siento bien”

    Muchas personas con trauma no se identifican con la palabra “trauma”, pero sienten esto:

     “No me pasa nada… pero no me siento bien.”

    Esto es típico cuando el cuerpo aún está reteniendo la experiencia emocional, aunque la amenaza ya no esté presente.

    Si te sientes identificado/a, puede ser una señal de que tu cuerpo está cargando con un trauma emocional no procesado.


    ¿Cómo sanar el trauma almacenado en el cuerpo?

    Sanar el trauma no es solo entenderlo mentalmente. Es reconectar con el cuerpo desde un lugar seguro.

    Estrategias terapéuticas con respaldo científico:

    Terapia somática y corporal: Integra cuerpo y mente para liberar tensión acumulada.

    Trabajo con memoria sensorial: Técnicas que abordan el trauma desde las sensaciones, no solo desde el relato.

    Enfoques clínicos como EMDR, IFS o terapia centrada en el trauma: Basados en evidencia y altamente efectivos.

    Movimiento consciente: Yoga, danza, caminar con atención plena para restablecer conexión corporal.

    Técnicas de regulación nerviosa: Respiración profunda, estimulación del nervio vago, visualización segura.

     Cómo la respiración consciente ayuda a regular el sistema nervioso


    Preguntas frecuentes sobre el trauma en el cuerpo

    ¿Cómo saber si mi malestar físico está relacionado con trauma?

    Si las causas médicas han sido descartadas y los síntomas se intensifican en momentos de estrés, podría haber un componente traumático.

    ¿Puedo sanar sin terapia?

    Prácticas como meditación, yoga o respiración pueden ayudar, pero ante traumas profundos, el acompañamiento terapéutico es muy recomendable.

    ¿El trauma se cura con el tiempo?

    No necesariamente. El tiempo solo ayuda si hay procesos conscientes de integración emocional.

    ¿Se puede sanar completamente?

    Sí. Con el enfoque adecuado y a tu propio ritmo, es posible recuperar la calma y habitar el cuerpo con confianza.


    Reflexión final: El cuerpo no olvida, pero puede sanar

    El cuerpo es un archivo vivo. Lo que no pudo ser expresado emocionalmente, se manifiesta físicamente.

    Sanar no significa borrar el pasado, sino recuperar la capacidad de estar presentes, de habitar el cuerpo desde la seguridad, y de reconectar con uno mismo sin miedo.

    Si este artículo te ha sido útil, compártelo en redes sociales para que más personas puedan comprender cómo el trauma se manifiesta físicamente y qué hacer para sanarlo.


  • Desconectarse para sobrevivir: La disociación emocional en la vida cotidiana

    Disociación emocional

    A veces, el dolor emocional no se borra… simplemente se silencia. Hay personas que caminan por la vida funcionando, cumpliendo, resolviendo, pero sin realmente sentir. No es que no les pase nada. Es que su mente aprendió a desconectarse de lo que duele para poder seguir.

    Desde fuera, pueden parecer estables, tranquilas, incluso admirables. Pero dentro, su mundo emocional está congelado.

    Este mecanismo psicológico se llama disociación emocional, y aunque nace como una estrategia de protección, con el tiempo puede impedirnos vivir de forma plena, presente y conectada.


    ¿Qué es la disociación emocional?

    Desde la psicología clínica, se define como un mecanismo de defensa que permite desconectarse de emociones demasiado intensas o dolorosas. No es necesariamente un trastorno, sino una respuesta adaptativa ante situaciones que han desbordado emocionalmente al sistema nervioso.

    Disociarse emocionalmente es:

    “Dejar de sentir para poder seguir funcionando.”

    Se trata de una herramienta de supervivencia que aparece en contextos de trauma, estrés crónico o entornos emocionalmente inseguros.

     Referencia recomendadavan der Kolk, B. (2015). El cuerpo lleva la cuenta.


    ¿Cómo se manifiesta la disociación emocional en la vida cotidiana?

    A diferencia de los trastornos disociativos más severos, esta forma de disociación suele ser invisible para los demás… e incluso para uno mismo. Algunas señales comunes:

    • Sentir que “nada te afecta realmente”, aunque racionalmente sabes que debería.

    • Dificultad para identificar lo que sientes: “no sé si estoy triste o simplemente vacío/a”.

    • Recordar eventos importantes sin emociones asociadas.

    • Actuar de forma automática, como si vieras tu vida desde afuera.

    • Desconectarte en conversaciones emocionales o discusiones.

    • Buscar distracciones constantes (pantallas, trabajo, redes sociales) para no detenerte a sentir.

    A menudo se confunde con autocontrol o estabilidad, pero en realidad puede ser un signo de desconexión emocional profunda.


    ¿Por qué ocurre la disociación emocional?

    La disociación no es un error, es una respuesta protectora. Se forma en contextos donde expresar lo que sentimos fue peligroso, inútil o invalidado.

    Causas comunes:

    • Experiencias traumáticas: Especialmente en la infancia, donde el sistema nervioso se ve forzado a desconectarse para protegerse.

    • Ambientes emocionalmente fríos o invalidantes: Lugares donde las emociones no fueron escuchadas ni acompañadas.

    • Estrés crónico: La sobrecarga emocional puede empujar al cuerpo y mente a separarse como forma de alivio.

    En su origen, la disociación fue una forma de supervivencia emocional. Pero lo que en su momento fue útil, puede convertirse en un obstáculo para una vida emocional rica y plena.


     El impacto de vivir emocionalmente desconectado

    A corto plazo, puede parecer funcional. Pero a largo plazo, la disociación emocional puede provocar:

    • Dificultades en relaciones íntimas y vínculos profundos.

    • Sensación de vacío o desconexión de la propia vida.

    • Desregulación emocional: aunque se repriman, las emociones siguen en el cuerpo.

    • Problemas para tomar decisiones: desconexión de deseos y necesidades reales.

    Impacto neurofisiológico:

    Estudios neurocientíficos han mostrado que la disociación emocional crónica puede alterar el funcionamiento del sistema nervioso autónomo, elevando los niveles de cortisol y afectando la regulación emocional, la memoria y el procesamiento sensorial.

    Estudio relacionado:

     PubMed – Disociación, trauma y neurobiología del estrés


    ¿Cómo empezar a reconectar con tus emociones?

    Sanar la disociación emocional no se trata de obligarse a sentir. No es una meta, es un proceso, y debe comenzar desde la seguridad.

    Estrategias para iniciar la reconexión emocional:

    1. Crear un entorno seguro

      Sin seguridad emocional, no puede haber conexión. Esto incluye espacios, personas y ritmos que te hagan sentir a salvo.

      2. Conciencia corporal

      Respiración consciente, movimiento, yoga o técnicas somáticas ayudan a volver al cuerpo y reducir la desconexión.

      3.  Nombrar las emociones

      Reconocer lo que se siente —aunque sea confuso— es el primer paso para integrar.

      4. Terapias centradas en trauma

      Enfoques como Terapia SensoriomotrizIFS (Internal Family Systems) o EMDR permiten trabajar desde el cuerpo y la emoción, no solo desde lo cognitivo.

      5. Respetar tu ritmo

      Reconectar no significa derribar muros de golpe, sino abrir pequeñas puertas a la experiencia emocional, paso a paso.

      La clave no está en forzarte a sentir, sino en crear condiciones para que sentir sea seguro otra vez.


      Preguntas frecuentes sobre la disociación emocional¿La disociación emocional es un trastorno?

      No necesariamente. Es un mecanismo común de defensa emocional. Solo en casos extremos se diagnostica dentro de trastornos disociativos clínicos.

      ¿Cómo sé si estoy disociando?

      Si experimentas vacío emocional, dificultad para identificar emociones o sientes que vives en “piloto automático”, podrías estar disociando.

      ¿Desaparece sola?

      No siempre. Muchas personas requieren acompañamiento profesional y trabajo terapéutico para reconectar.

      ¿Se puede sanar sin terapia?

      Es posible comenzar por uno mismo, pero la terapia especializada ofrece recursos y seguridad que facilitan el proceso.

      ¿Es posible dejar de disociarse?

      Sí. Con tiempo, trabajo interno y espacios seguros, es posible volver a habitar tu experiencia emocional sin miedo.


      Reflexión final: Sentir es un acto de valentía

      Disociarse no es debilidad ni falla. Fue lo que hiciste para sobrevivir.

      Pero si estás leyendo esto, tal vez haya una parte de ti que ya está preparada para volver a sentir. La reconexión emocional no es inmediata, pero es posible. Y es profundamente transformadora.

      Desde El Baúl de Psicología, te acompañamos a reconectar con tus emociones desde una mirada profesional, crítica y humana. Porque sentir —aunque duela— es también una forma de volver a casa.

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    1. Ansiedad encubierta: Cuando la hiperproductividad es una forma de evasión emocional


      Ansiedad encubierta

      Vivimos en una cultura donde la productividad se ha convertido en sinónimo de valor personal. Estar ocupados es visto como una virtud. Hacer más, lograr más, rendir más. Pero… ¿y si detrás de ese ritmo incesante se esconde algo más profundo?

      La ansiedad encubierta no se manifiesta en forma de ataques de pánico ni hiperventilación. Es silenciosa. Se disfraza de disciplina, eficiencia y compromiso. Y como la sociedad la aplaude, pasa desapercibida. Pero dentro, el desgaste es real.


      ¿Qué es la ansiedad encubierta?

      La ansiedad encubierta es una forma de evitación emocional. En lugar de enfrentar lo que se siente —estrés, miedo, tristeza, vacío— la persona se sumerge en el hacer constante: trabajo, planificación, compromisos.

      Desde la psicología clínica, se vincula con el concepto de evitación experiencial, una estrategia para suprimir emociones incómodas que, paradójicamente, agrava el malestar a largo plazo.

      “La trampa es que desde fuera parece funcionalidad. Pero por dentro, la carga es insostenible.”


      Signos de ansiedad encubierta (y por qué suelen pasar desapercibidos)

      A diferencia de otras formas de ansiedad, esta se manifiesta con comportamientos socialmente valorados. Aquí algunas señales clave:

      Señales comunes de ansiedad encubierta

      ✔️ Sentir culpa al descansar o no ser productivo

      ✔️ Mantener una agenda siempre llena

      ✔️ Autoexigencia constante: nunca es suficiente

      ✔️ Dificultad para expresar o reconocer emociones

      ✔️ Insomnio o sueño poco reparador

      ✔️ Dolores físicos persistentes: cuello, espalda, estómago

      Muchas veces se confunde con ambición o éxito, cuando en realidad es una forma de evasión emocional crónica.


      ¿Cómo impacta la ansiedad encubierta al cuerpo y a la mente?

      La hiperactividad emocional sostenida activa el sistema de estrés de forma crónica. Esto provoca:

      • Elevación de cortisol y alteración del sueño

      • Debilitamiento del sistema inmunológico

      • Tensión muscular y fatiga constante

      • Problemas digestivos y cardiovasculares

      • Sensación de vacío o desconexión emocional

       Referencia científicaAmerican Psychological Association – Chronic Stress Effects

      El problema no es solo hacer demasiado. El problema es sentir demasiado poco.


      ¿Por qué desarrollamos ansiedad encubierta?

      Muchos patrones comienzan en la infancia o se refuerzan socialmente con mensajes como:

      “Si dejas de moverte, te hundes.”

      “Las emociones son una distracción.”

      “Vales por lo que haces, no por lo que eres.”

      Estas creencias crean un sistema interno donde el descanso se vuelve amenaza y el sentir, una debilidad. La ansiedad encubierta se convierte en la armadura perfecta… hasta que empieza a pesar demasiado.


      ¿Cómo afrontar la ansiedad encubierta de forma saludable?

      H3: Claves terapéuticas para dejar de huir a través del hacer

      1. Fomentar la autoconciencia emocional

      Identificar lo que sientes y validarlo sin juicio.

      2. Pausas intencionales sin culpa

      Descansar no es un lujo, es una necesidad biológica.

      3. Técnicas de regulación emocional

      Respiración profunda, meditación, movimiento consciente.

      4. Revisar tus límites

      Aprender a decir “no” también es salud mental.

      5.  Explorar terapia psicológica

      Procesos como el enfoque centrado en el trauma, IFS o la ACT pueden ayudarte a reconectar con tu mundo interno.

      La clave no está en hacer menos por obligación, sino en sentir más por elección.

       Preguntas frecuentes sobre la ansiedad encubierta

      ¿Necesito terapia si tengo ansiedad encubierta?

      Si tu estado de ánimo, descanso o relaciones se ven afectados, la terapia puede ayudarte a comprender y abordar lo que hay detrás de tu hiperactividad.

      ¿Desaparece sola?

      No siempre. Puede mantenerse durante años sin ser reconocida, hasta que se manifiesta en síntomas físicos o emocionales.

      ¿Cómo diferenciarla del estrés laboral?

      El estrés laboral suele ser situacional. La ansiedad encubierta persiste incluso en entornos tranquilos.

      ¿Qué pasa si la ignoro?

      Puede afectar tu salud física, provocar insatisfacción vital, e impedir conexiones emocionales profundas.


      Reflexión final: No eres lo que haces. Eres lo que sientes.

      En una sociedad que glorifica la productividad, la ansiedad encubierta es una epidemia silenciosa. Pero vivir en estado de alerta constante no es sostenible. Tampoco es necesario.

      El verdadero bienestar no está en “hacer más”, sino en aprender a estar contigo mismo, con tus emociones, con tu calma, sin exigencias.

      Si este artículo resonó contigo, quizás tu cuerpo y tu mente estén pidiéndote algo más que acción: estén pidiéndote presencia.

      Desde El Baúl de Psicología, te acompañamos a reconectar con tu mundo interno desde una mirada profesional, ética y profundamente humana.

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    2. Cuando la tristeza se disfraza de fortaleza: El peligro de aparentar que todo está bien


      El peligro de aparentar que todo está bien

      Vivimos en una cultura que glorifica la resiliencia, la autosuficiencia y la fuerza emocional. Se nos enseña que debemos “seguir adelante” sin importar lo que sentimos. Que ser fuertes es admirable, y que la tristeza debe ser contenida o superada rápidamente.

      Pero, ¿qué pasa cuando esa fortaleza es solo una máscara? ¿Cuando tras una sonrisa inquebrantable se esconde un dolor callado?

      Muchas personas han aprendido a sobrevivir aparentando que todo está bien. Cumplen con todo, ayudan a todos, mantienen el control. Pero dentro… cargan con una tristeza silenciada, a la que no se atreven a mirar.


      La tristeza oculta detrás de la aparente fortaleza

      Este patrón emocional es tan sutil que muchas veces ni la persona lo nota. Generalmente nace en entornos donde se escuchaban frases como:

      • “Tienes que ser fuerte.”

      • “No te puedes venir abajo.”

      • “No llores, tú puedes con todo.”

      • “Siempre has sido muy maduro(a).”

      Aunque parecen mensajes motivadores, en realidad enseñan a reprimir la tristeza y a evitar mostrarse vulnerable. Así, se construye una coraza emocional: una imagen de fortaleza que protege, pero también aísla.

      “Ser fuerte todo el tiempo puede ser agotador… incluso destructivo.”


      Señales de que la tristeza se está camuflando como fortaleza

      ¿Cómo saber si estás usando la fortaleza como mecanismo de defensa?

      Indicadores emocionales y conductuales

      ✔️ Minimizar lo que sientes: “no es tan grave”, “hay gente peor que yo”.

      ✔️ Estar siempre para los demás, pero no permitirte pedir ayuda.

      ✔️ Llenar tu día de actividades para no detenerte a sentir.

      ✔️ Dificultad para llorar o sentir el cuerpo.

      ✔️ Sensación de vacío emocional, incluso si todo parece ir bien.

      ✔️ Cansancio emocional constante, sin motivo aparente.

      Quienes viven así suelen tener mucha empatía… hacia otros. Pero muy poca compasión hacia sí mismos.


      ¿Qué pasa cuando reprimimos la tristeza?

      Sostener esa máscara emocional tiene un costo físico y psicológico.

      • Ansiedad latente que aparece sin razón clara

      • Insomnio o fatiga crónica por tensión emocional

      • Dolencias psicosomáticas: dolor muscular, digestivo, cefaleas

      • Desconexión emocional: dificultad para disfrutar, para amar

      • Bloqueo emocional que impide vivir con autenticidad

       Evidencia neurocientífica: Estudios muestran que reprimir emociones activa el estrés crónico, elevando el cortisol y afectando el equilibrio fisiológico. El cuerpo guarda lo que la mente no puede procesar (Sapolsky, 2004; van der Kolk, 2015).


      ¿Por qué aprendimos a ocultar la tristeza?

      Muchas veces, este patrón viene de la infancia. Si creciste en un entorno donde llorar era signo de debilidad, o donde se valoraba más el rendimiento que el sentir, es probable que hayas aprendido a callar lo que dolía.

      A esto se suman los mandatos sociales:

      “No molestes.”

      “No te quejes.”

      “Sigue adelante.”

      Pero lo que no se siente, no desaparece. Solo se transforma: en agotamiento, en ansiedad, en síntomas físicos.


      Recuperar el derecho a sentir: el camino hacia una fortaleza auténtica

      La salida no es forzar una imagen de control. Tampoco es hundirse. Es mirar hacia dentro con amabilidad, sin juicio.

      H3: Estrategias para reconectar con lo que sientes

      1.  Nombrar lo que sientes

      Ponerle nombre a la tristeza es el primer paso para liberarla.

      2.  Permitir el descanso emocional

      No hacer nada también es autocuidado. Detenerse no es debilidad.

      3.  Aprender a recibir

      Pedir ayuda no te hace menos fuerte. Te hace humano.

      4.  Trabajar en terapia tu historia emocional

      Explorar cómo y por qué te desconectaste te ayuda a reconstruir desde la raíz.

      5.  Practicar la autocompasión

      No como indulgencia, sino como base de una fortaleza más humana, más real.

      Ser fuerte no es reprimir lo que duele, es atreverse a sentirlo con dignidad.


      Preguntas frecuentes sobre tristeza y fortaleza emocional

      ¿Sentir tristeza me hace débil?

      No. La tristeza es una emoción básica y adaptativa. Reprimirla sí puede ser dañino.

      ¿Cómo sé si estoy reprimiendo mis emociones?

      Si estás constantemente agotado, desconectado o sientes un vacío persistente, puede haber tristeza no expresada.

      ¿Qué pasa si nunca lloro?

      Llorar no es la única forma de liberar emoción, pero si nunca puedes conectar con el llanto o el dolor, es una señal de bloqueo emocional.

      ¿Se puede aprender a sentir otra vez?

      Sí. Con apoyo terapéutico, espacios seguros y tiempo, puedes recuperar tu conexión emocional sin miedo.


      Reflexión final: No tienes que demostrar nada

      No necesitas ser fuerte todo el tiempo. No tienes que fingir que todo está bien.

      Estar roto no significa estar roto para siempre.

      A veces, sanar empieza por dejarse caer un poco, por permitirse sentir lo que por tanto tiempo se ha escondido.

      Si este texto resonó contigo, quizás haya llegado el momento de dejar de aparentar y empezar a habitarte.

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