Autor: Iris Pasamón Gonzalo

  • ¿Ir al psicólogo funciona? ¿Cuándo y cómo empezaré a sentirme mejor?

    Cuando algo dentro de ti empieza a doler o simplemente deja de tener sentido, surge una de las preguntas más humanas que puedes hacerte:

    “¿Y si hablara con alguien que me ayude a entender qué me pasa?”

    Es una duda legítima. Y también un primer paso valiente.

    Este artículo está pensado para acompañarte en esa pregunta, con una mirada honesta, cercana y basada tanto en la experiencia clínica como en la evidencia científica. Aquí encontrarás respuestas claras, casos reales, datos actualizados y, sobre todo, un enfoque profundamente humano.


    El miedo a ir al psicólogo: algo más común de lo que crees

    A pesar de que hoy hablamos más de salud mental, muchas personas todavía sienten resistencia a pedir ayuda. ¿Te suena esto?

    “No estoy tan mal como para ir al psicólogo.”

    “¿Y si me juzgan?”

    “¿Y si me siento peor al remover cosas del pasado?”

    Estos miedos no son un error. Son parte del proceso. Como explica Harvard Health, el sistema nervioso tiende a interpretar lo nuevo como una amenaza hasta que comprobamos que estamos a salvo. Fuente aquí

    Lo importante no es no tener miedo. Lo importante es atreverse a atravesarlo.


    ¿Qué hace un psicólogo humanista?

    Desde el enfoque humanista, el psicólogo no es alguien que “te arregla” ni que tiene todas las respuestas. Es alguien que te acompaña de verdad.

    Te escucha sin juzgar. Te ayuda a explorar tu historia, a entender cómo te hablas a ti mismo/a, y a reconectar con tus propios recursos. El objetivo no es eliminar el malestar a toda costa, sino comprenderlo y transformarlo desde dentro.

    Como escribió Carl Rogers, uno de los grandes referentes del enfoque humanista:

    “Cuando me acepto tal como soy, entonces puedo cambiar.”


    ¿Hablar con amigos no es suficiente?

    Tener personas cerca que te escuchen es fundamental. Pero la terapia ofrece algo distinto:

    Neutralidad, formación clínica, profundidad emocional y un espacio protegido.

    Caso real: Laura, 34 años. “Llevaba años sintiéndome triste, pero la gente me decía que tenía una vida envidiable. En terapia, pude hablar sin justificarme, sin que nadie intentara minimizar lo que sentía. Por primera vez, sentí que alguien me escuchaba de verdad.”

    Ese tipo de escucha es transformadora.


    ¿Cuándo es el momento de ir a terapia?

    No hace falta tocar fondo. A veces, el mejor momento para pedir ayuda es cuando empiezas a sentir que algo no encaja.

    Estas son algunas señales:

    • Tu malestar emocional ya no es pasajero.
    • Tus estrategias para sentirte bien dejaron de funcionar.
    • Estás cansado/a de repetir los mismos patrones.
    • Tienes ganas de conocerte más, cuidarte mejor.

    Ir a terapia no es un signo de debilidad. Es un acto profundo de autorresponsabilidad.


    ¿Cuándo empieza a notarse que la terapia ayuda?

    Cada persona tiene su ritmo, pero muchos estudios coinciden en que los primeros cambios se sienten entre las 8 y 12 sesiones, especialmente si hay compromiso y un vínculo de confianza con el terapeuta.

    Estudio clave: APA (American Psychological Association) señala que los tratamientos psicológicos basados en evidencia son eficaces en un amplio rango de trastornos y contextos. Puedes ver el estudio completo aquí

    Fase 1: Evaluación

    Desde la primera sesión, ya puede aparecer un alivio inicial. Ser escuchado con presencia ya es reparador.

    Fase 2: Intervención profunda

    Aquí se exploran experiencias pasadas, pensamientos automáticos, emociones y patrones relacionales. Este trabajo requiere tiempo, pero genera cambios genuinos.


    Testimonio cercano: Pedro, 29 años

    “Fui por una ruptura amorosa. Solo quería dejar de llorar. Pero descubrí que había heridas que venían de mucho antes. No solo sané eso, también aprendí a entenderme, a poner límites, a confiar en mí. Hoy sigo en proceso, pero me siento más yo.”

    Este tipo de transformación no se da en un día. Pero sí es posible.


    ¿Cómo sabrás que estás avanzando?

    No siempre lo notarás con grandes cambios externos. A veces es algo más sutil:

    • Dejas de exigirte perfección.
    • Empiezas a decir “no” sin culpa.
    • Entiendes lo que necesitas y te lo das.
    • Tus relaciones cambian, porque tú estás cambiando.
    • Hay más paz, incluso en medio del caos.

    Y no, no es magia. Es proceso. Es trabajo interno sostenido.


    ¿Y si me siento peor durante la terapia?

    Sí, puede pasar. A veces para sanar hay que mirar de frente lo que duele. Pero no estás solo/a. Tu terapeuta está ahí para sostener también ese tramo.

    “La herida es el lugar por donde entra la luz.” — Rumi

    Remover el dolor no es fracasar. Es confiar lo suficiente como para dejar de esconderlo.


    ¿Qué factores hacen que la terapia funcione?

    1. La relación terapéuticaEl vínculo de confianza entre paciente y terapeuta representa hasta el 60% del éxito terapéutico. Estudio: Norcross & Lambert, 2019
    2. Tu compromisoNo se trata de “tener ganas” todo el tiempo. Se trata de presentarte incluso cuando cuesta.
    3. La formación y humanidad del profesionalPregunta por su enfoque, experiencia, valores. Tienes derecho a elegir con quién abrir tu mundo interior.

    ¿Qué puedes hacer tú para sacar el máximo provecho?

    • Recuerda por qué empezasteEscribe tus motivos. Te ayudarán en los momentos de duda.
    • Sé honesto y curioso/aLa terapia no es un examen. No necesitas “quedar bien”.
    • Sé constanteNo todas las sesiones serán intensas, pero cada una aporta algo.
    • Aplica lo que descubres en tu vida diariaLo que trabajas en sesión cobra sentido cuando lo llevas a tu cotidianidad.

    Conclusión: sí, la terapia funciona

    No porque sea una solución mágica, sino porque te ofrece algo real:

    Un espacio donde volver a ti. Donde sanar sin presión. Donde recordar que puedes vivir más en paz, con más conciencia y más autenticidad.

    Funciona cuando hay compromiso, vínculo, presencia y tiempo.

    Funciona cuando dejas de sobrevivir y empiezas a habitarte con amor.


    Recomendado:

    Why therapy works | TEDx | Dr. Jonathan Shedler

    Un enfoque riguroso sobre por qué la terapia psicológica realmente funciona, desde la evidencia clínica. Ver video aquí


  • ¿Qué buscamos en nuestras vacaciones?

    Si nos vamos a lo más cercano, las vacaciones suelen ser un tiempo en el que estamos buscando diferentes cosas. En su mayoría, viajes o actividades en las que recrearnos, relajarnos, vivir lo que no vivimos a lo largo del año, saliéndonos así de la rutina. También puede ser visto como un tiempo en el que aligeramos el peso de las responsabilidades diarias.

    Pero ¿qué pasa si las vacaciones se vuelven otro tipo de responsabilidad? ¿Podemos llegar a estar ansiosos por no tener un viaje programado en nuestro verano? ¿Podemos vernos angustiados por no saber o no poder ocupar el tiempo de las vacaciones? El caso es que las vacaciones se pueden convertir para algunas personas en un foco de angustia. Ya sea por el deseo del aprovechamiento del tiempo hasta el máximo. O bien, por no tener un plan para este año que cubra la mayoría del tiempo de descanso. Así es, ironicamente, también le llamamos “tiempo de descanso”.

    Después de reflexionar sobre esto, recordando veranos en los que he vivido esto en mi pellejo o he escuchado a gente de mi entorno con el mismo dilema, me pregunto qué ha ocurrido cuando he estado largo tiempo sin una actividad programada o haciendo turismo por algún país lejano.

    Las vacaciones como tiempo de sanación

    ¿Qué pasa si simplemente descansamos? ¿Qué ocurre si la única modificación de tu rutina es la de que hay más tiempo libre?

    Habrá respuestas miles a esto, tantas como personas diversas somos. Pero para los que se angustian con el vacío que se experimenta en las vacaciones va este mensaje: las vacaciones se pueden convertir en un tiempo sanador. Un tiempo terapéutico, si prefieres llamarlo así. ¿Cómo es esto sin irte a un retiro de yoga?

    Un tiempo terapéutico puede darse simplemente abriendo el espacio a mirarnos internamente, a darnos el espacio para que surjan las preguntas que no surgen durante el resto del año “porque-no-tengo-tiempo”. A ofrecernos el silencio que puede avivar la inspiración para el nuevo curso. Inspiración sobre nuestra vida, y replantearnos lo que podemos/queremos/soñamos hacer… o simplemente ser, a partir de ese comienzo.

    Para mi Septiembre siempre ha sido como un Año Nuevo en miniatura. Lo comienzo con la misma ilusión y ganas. Y el tiempo anterior, si tiene los suficientes vacíos, me ha ayudado a tener un espacio para echarme gasolina y volver a comenzar. Claro, eso se da cuando te amigas con el vacío. Entonces irte hacia dentro y “resetearte” adquiere matices nuevos. Yo sigo en ello, y sé de buena tinta que muchos otros y otras también están en ello.

    Mis deseos para tus vacaciones terapéuticas

    Si este texto acaba en tu pantalla por casualidad y llegas a esta parte, no pienses que estoy hablando de que te recluyas este verano en un monasterio (aunque si te agrada ¿por qué no? Son tus vacaciones :p ). Más bien te deseo que hagas lo que quieras.

    Por ejemplo, socializar, reirte, hacer deporte, viajar, salir, irte de cañas, nadar en la piscina /mar/lago más cercano, y echarte largas siestas. Pero si te encuentras algún(os) dia(s) desocupados, y empiezas a ver como surge la inquietud, respira unos segundos y tómatelo como una señal de que estás empezando a regalarte un “tiempo vacío”. Un buen espacio para que te asomes a mirar con toda la curiosidad de un niño qué sale de ahí, qué sale de ti.

  • Aprende a cuidar a tu Niño Interior: una guía desde la psicología y la experiencia real

    Muchos adultos guardamos dentro de nosotros al niño o niña que fuimos. Esa parte sensible, curiosa y vulnerable que, en su momento, necesitó cuidados, validación y protección. Y aunque por fuera hayamos crecido, por dentro aún quedan huellas. A veces muy visibles, a veces más escondidas.

    Este artículo está pensado para ti, que quieres empezar a hacerte cargo de esa parte interna que sigue viva. Una guía para reconocerla, comprenderla y comenzar a sanar. Sin promesas vacías ni soluciones mágicas, pero sí con herramientas profundas y reales, apoyadas en la psicología y en mi propia experiencia como terapeuta y como persona en proceso.


    ¿Qué es el Niño Interior?

    El Niño Interior es una representación emocional y simbólica de lo que sentimos, vivimos y aprendimos en la infancia. Está formado por recuerdos, emociones y creencias que nacieron en nuestros primeros años y que, si no fueron adecuadamente integrados, siguen operando en nuestra vida adulta.

    Como explica el Center on the Developing Child de Harvard, las experiencias tempranas tienen un fuerte impacto en el desarrollo cerebral y emocional ver estudio.


    ¿Cómo saber si tu Niño Interior está activo?

    Puede que no lo hayas notado hasta ahora, pero probablemente ya has sentido su presencia. Esa reacción desproporcionada cuando alguien te critica, esa tristeza intensa al sentirte excluido, ese miedo a equivocarte que te bloquea… Muchas veces no somos nosotros adultos los que reaccionamos, sino una parte interna más pequeña que se siente en peligro.

    Patrón de pensamientos

    • «No soy suficiente»
    • «Seguro que voy a fallar»
    • «Me van a rechazar»

    Emociones recurrentes

    • Vergüenza intensa
    • Soledad
    • Ira desbordada o llanto fácil

    Conductas habituales

    • Evitación de ciertas situaciones
    • Necesidad excesiva de aprobación
    • Autoexigencia constante

    Estas reacciones no vienen de la nada. Son la forma que nuestro Niño Interior ha encontrado para protegerse de aquello que, en su momento, le dolió. Si quieres profundizar en cómo las experiencias adversas afectan a la vida adulta, te recomiendo este informe sobre la huella del trauma infantil.


    ¿Cómo cuidar y sanar al Niño Interior?

    1. Reconócelo: ponle nombre y forma

    Tómate un momento y recuerda cómo eras de pequeño. ¿Qué cosas te gustaban? ¿Qué te dolía? ¿Cómo reaccionabas cuando estabas triste o tenías miedo? Puedes incluso cerrar los ojos, respirar profundo y visualizarte. Este ejercicio de conexión emocional ayuda a traer al presente una parte de ti que necesita ser vista.

    Si quieres una pauta guiada, puedes hacer esta visualización sencilla: siéntate en un lugar tranquilo, respira profundo y visualízate con cinco o seis años. Obsérvate. ¿Qué expresión tienes? ¿Qué sientes al mirarte desde el presente? Puedes repetir este ejercicio cada semana para fortalecer el vínculo con tu parte interna.

    2. Identifica cuándo aparece y por qué

    El Niño Interior no aparece porque sí. Se activa cuando algo en el presente nos recuerda (aunque sea de forma inconsciente) a una vivencia pasada no resuelta. Por ejemplo:

    • Situaciones de exclusión pueden activar memorias de aislamiento escolar.
    • Críticas sutiles pueden recordarte a exigencias constantes de figuras de autoridad.
    • Un conflicto con la pareja puede resonar con el miedo al abandono.

    Empieza a hacer una especie de mapa emocional: ¿qué situaciones te remueven más? ¿Qué sientes y qué piensas en esos momentos? ¿Qué te recuerda?

    En este artículo sobre heridas infantiles encontrarás ejemplos comunes que pueden ayudarte a comprender mejor tus activadores personales.

    3. Aprende a hablarle con compasión

    No se trata solo de identificarlo, sino de aprender a tratarlo con el cariño que no siempre recibió. Cuando tu Niño Interior aparezca, cambia el discurso interno. En lugar de exigirte, culparte o criticarte, haz una pausa y pregúntate: ¿qué necesita esa parte de mí ahora?

    Frases como:

    • «Estoy contigo, entiendo que esto te duele»
    • «Ahora no estás solo, yo te acompaño»
    • «Lo que sientes tiene sentido, y vamos a buscar una manera de cuidarnos»

    Son frases poderosas. Estás construyendo una relación segura contigo mismo, como señala la psicología humanista.

    4. Crea nuevas experiencias reparadoras

    No podemos cambiar el pasado, pero sí podemos generar nuevas vivencias que compensen, en parte, las que nos dañaron. ¿Tu infancia fue muy exigente y con poco juego? Reserva espacios para el disfrute sin culpa. ¿Te faltó afecto? Rodéate de personas cálidas y disponibles.

    Caso real: Una paciente que acompañé compartía que siempre sintió que debía portarse «perfecta» para ser querida. A través del trabajo con su Niño Interior, pudo permitirse mostrarse más espontánea, conectar con el juego y soltar la autoexigencia.

    Esto no fue fácil ni inmediato, pero sí profundamente transformador.

    Este estudio reciente sobre terapia de integración del Niño Interior muestra cómo este enfoque puede reducir síntomas de ansiedad y mejorar el bienestar.

    5. Pide ayuda si lo necesitas

    Sanar no siempre se puede (ni se debe) hacer en soledad. A veces es necesario contar con una persona profesional que nos ayude a sostener el proceso, identificar heridas profundas y acompañar la reparación emocional.

    La terapia centrada en el Niño Interior es especialmente eficaz cuando hay un vínculo terapéutico seguro. El proceso no es lineal, pero sí profundamente sanador cuando se hace con respeto y presencia.

    Para una experiencia más visual y directa, te recomiendo este video sobre cómo sanar las heridas emocionales de la infancia, con una explicación clara y respetuosa.


    ¿Y si el autoconocimiento fuera la clave?

    Muchas de las heridas que aún duelen están ligadas a no habernos comprendido del todo. A mirar hacia otro lado por miedo, por culpa o simplemente porque nadie nos enseñó a escucharnos. En ese sentido, te invito a leer este artículo publicado en Espacio Educate: La clave de la sanación: conocerte a ti mismo. En él profundizo sobre cómo el autoconocimiento puede convertirse en el primer paso real para sanar, porque nadie puede cuidar lo que no conoce, y nadie puede cambiar lo que no ve. Si te resuena lo que estás leyendo aquí, probablemente este otro texto también te hable directamente al corazón.


    En resumen: tu Niño Interior no es una debilidad, es una puerta

    Acompañarlo no significa quedarte anclado en el pasado, sino reconocer tu historia, legitimar tu dolor y crear nuevas formas de estar contigo mismo.

    Sanar al Niño Interior es una forma de construir una adultez más libre, más coherente, más amorosa. Y aunque no es un camino fácil ni inmediato, sí es un camino que merece la pena.

    Si deseas acompañamiento en este proceso, puedes contactar conmigo. En El Baúl de Psicología trabajamos desde una mirada integradora, con presencia y sin promesas vacías. Solo con lo que de verdad ayuda.


  • ¿Qué es el miedo y cómo puede sernos útil esta emoción tan desagradable?

    No tengas miedo”, nos dicen. Pero el miedo está ahí. Nos aprieta el pecho, nos hace dudar… y también nos cuida.

    Sentir miedo es una experiencia profundamente humana. Aparece ante situaciones que percibimos como amenazantes: desde hablar en público, cambiar de trabajo, enfrentar una enfermedad o sentirnos expuestos emocionalmente. Pero ¿y si, en lugar de verlo como enemigo, lo miramos como un aliado incómodo pero sabio?

    En este artículo vamos a explorar qué es el miedo, para qué sirve, cuándo se convierte en un problema y cómo puedes empezar a relacionarte mejor con él. Todo desde una perspectiva profesional, cercana y basada en evidencia

    .


    ¿Qué es el miedo?

    El miedo es una emoción básica universal. Se activa cuando sentimos que algo puede amenazar nuestro bienestar: ya sea físico (una enfermedad), emocional (una ruptura) o social (una crítica pública).

    Ejemplo: Estás a punto de hablar en público. Tu voz tiembla, te sudan las manos y tu mente empieza a imaginar todo lo que puede salir mal. No hay peligro real, pero tu cuerpo reacciona como si lo hubiera.

    En momentos así, tu cerebro activa un sistema de alarma muy eficaz. Este sistema puede activarse incluso antes de que te des cuenta, gracias a la acción de una estructura cerebral llamada amígdala.


    ¿Cómo se manifiesta el miedo?

    El miedo no siempre se presenta como un susto evidente. A veces es más sutil y persistente, como una tensión constante o una preocupación que no desaparece.

    A nivel cognitivo

    • Pensamientos negativos anticipatorios
    • Imágenes mentales de fracaso o rechazo
    • Dificultad para concentrarse o rumiación constante

    A nivel físico

    • Tensión muscular
    • Sudoración, molestias digestivas
    • Insomnio o sensación de agotamiento

    A nivel emocional

    • Inseguridad, inquietud
    • Ansiedad o evitación
    • Sensación de amenaza constante

    Ejemplo: Quieres poner límites a alguien que te hace daño, pero solo pensarlo te bloquea. Sabes que es lo adecuado, pero tu miedo actúa para “protegerte” de un posible conflicto, aunque se vuelva en tu contra.


    ¿Qué ocurre en el cerebro cuando sentimos miedo?

    Cuando el cerebro percibe una amenaza, activa lo que se conoce como el circuito del miedo. Este proceso implica distintas áreas que trabajan de forma coordinada:

    • Amígdala: detecta el peligro y activa la respuesta emocional
    • Hipotálamo: inicia los cambios físicos para la acción
    • Hipocampo: compara con recuerdos pasados
    • Corteza prefrontal: analiza la situación con mayor consciencia

    Este proceso puede ocurrir en milisegundos. Literalmente, el cuerpo reacciona antes de que tú seas consciente de lo que ocurre. Así lo muestra este artículo de revisión científica del NIH.

    Recurso complementario recomendado:

    ¿Cuál es la explicación científica del miedo? – Video en YouTube


    ¿Para qué sirve el miedo?

    Aunque suele percibirse como una emoción incómoda, el miedo cumple funciones adaptativas fundamentales para el ser humano.

    Nos pone alerta

    Activa la atención y la vigilancia. Esto puede ayudarte a detectar un peligro, evitar una situación dañina o prepararte mejor.

    Nos impulsa a actuar

    Puede provocar tres tipos de respuestas:

    • Huir: alejarte del peligro
    • Protegerte: buscar seguridad o apoyo
    • Afrontar: actuar de manera decidida ante el problema

    Ejemplo: Si una situación laboral te sobrepasa, el miedo puede ayudarte a pedir ayuda, prepararte mejor o tomar decisiones importantes.

    Nos enseña para el futuro

    El miedo se graba en la memoria y permite evitar situaciones similares en el futuro. Esto es útil, salvo cuando se convierte en una reacción desproporcionada.

    Referencia: En algunos casos, el miedo queda activado incluso cuando el peligro ya no está, como ocurre en el trastorno de estrés postraumático (TEPT).


    ¿Cuándo el miedo deja de ser útil?

    El miedo se convierte en un problema cuando:

    • Limita tus decisiones o acciones
    • Bloquea tus relaciones o tu desarrollo personal
    • Aparece con frecuencia, intensidad o sin una amenaza real
    • Te impide hacer cosas que sabes que te harían bien

    Ejemplo: Sabes que necesitas terminar una relación que te hace daño, pero el miedo a quedarte sola te paraliza, aunque entiendes racionalmente que es lo mejor.


    ¿Por qué sentimos miedo sin una amenaza real?

    Estas son algunas causas comunes:

    • Experiencias pasadas no procesadas
    • Modelos familiares temerosos o sobreprotectores
    • Rasgos heredados relacionados con la sensibilidad al peligro
    • Traumas infantiles o situaciones de vulnerabilidad temprana

    Referencia: Se ha comprobado que el miedo también se aprende por observación, especialmente durante la infancia.


    Consecuencias de vivir con miedo constante

    Cuando el miedo no se gestiona adecuadamente, puede tener consecuencias importantes en la salud física y mental:

    • Estrés crónico
    • Ansiedad generalizada o ataques de pánico
    • Insomnio o trastornos del sueño
    • Aislamiento social o dificultades en las relaciones
    • Baja autoestima y bloqueo vital

    Referencia: El exceso de cortisol, hormona del estrés, puede afectar negativamente al sistema nervioso, la memoria, el sistema digestivo y el estado de ánimo.


    ¿Qué podemos hacer para gestionar el miedo?

    El objetivo no es eliminar el miedo, sino aprender a convivir con él desde un lugar más sano. Algunas estrategias recomendadas:

    1. Nombrar el miedo

    Identificarlo con claridad permite desactivarlo parcialmente. Pregúntate: ¿qué miedo es realmente? ¿Al rechazo, al fracaso, a no tener control?

    2. Escucharlo sin juzgar

    Pregúntate: ¿qué quiere proteger? ¿Qué cree que va a pasar? ¿A qué situación me recuerda?

    3. Afrontarlo de manera progresiva

    Exponerte a tus miedos poco a poco, con recursos y apoyo, puede ayudarte a superarlos sin forzarte.

    Ejemplo: Si te da miedo conducir, puedes empezar por pequeños trayectos, acompañado, en horarios tranquilos.

    Referencia: La exposición progresiva es una de las estrategias más efectivas para superar miedos disfuncionales desde la psicología basada en la evidencia.


    ¿Cuándo pedir ayuda profesional?

    Cuando el miedo:

    • Interfiere en tu vida cotidiana
    • Te bloquea emocional o físicamente
    • Se acompaña de ansiedad, insomnio o aislamiento
    • No desaparece a pesar de tus esfuerzos

    Un acompañamiento psicológico puede ayudarte a identificar el origen del miedo, comprenderlo desde tu historia personal y desarrollar herramientas eficaces para gestionarlo con seguridad.


    Conclusión

    El miedo es una emoción natural, básica y protectora. No es tu enemigo, aunque puede volverse muy incómodo cuando no sabemos cómo gestionarlo. Entenderlo y aprender a convivir con él puede ser el primer paso hacia una vida más consciente, valiente y libre.


  • ¿De verdad quieres que tus hijos e hijas sean felices?

    Reflexión sobre las expectativas adultas y el acompañamiento emocional en la infancia


    Introducción

    ¿Cuántas veces has dicho o escuchado aquello de “solo quiero que mis hijos e hijas sean felices”? Esta frase, que parece un acto de amor incondicional, encierra muchas veces una trampa emocional invisible: habla más de las necesidades de las personas adultas que de las necesidades reales de la infancia.

    En este artículo te invito a mirar esta idea desde una perspectiva psicológica y humana, para acompañar mejor a la infancia y ofrecer un espacio donde puedan sentirse seguras y comprendidas, también en sus emociones difíciles.


    ¿Qué esconde realmente el deseo de que sean felices?

    Cuando deseamos que nuestros hijos e hijas sean felices, a veces lo que buscamos sin darnos cuenta es sentirnos bien al verles sonreír. Nos alivia verles contentos, y nos cuesta sostener cuando expresan tristeza, miedo, enfado o frustración.

    De forma inconsciente, podemos esperar que ellos regulen su mundo emocional para que nosotros no nos sintamos incómodos.

    Ya lo explicó Winnicott (1960) al señalar que la función de madres, padres y figuras de cuidado no es proteger a la infancia de las emociones dolorosas, sino ofrecer un entorno lo suficientemente seguro como para que puedan sentirlas y procesarlas.

    El problema no es que los niños y niñas sientan tristeza, enfado o miedo, sino nuestro propio malestar al verles pasarlo mal.


    El riesgo de convertir la felicidad en una meta

    La felicidad no es un estado continuo. Las investigaciones en psicología positiva (Lyubomirsky et al., 2005) demuestran que es fluctuante, depende de muchos factores y cambia a lo largo de la vida.

    Si les transmitimos la idea de que lo esperado es estar siempre felices, pueden:

    • Aprender a ocultar emociones como la tristeza, la rabia o la decepción.

    • Sentir que no tienen permiso para mostrar sus emociones cuando estas son incómodas.

    • Desconectarse de lo que sienten para evitar generar malestar en las personas adultas.

    Pero las emociones no desaparecen por esconderlas. Quedan sin procesar y pueden dificultar su bienestar emocional a medio y largo plazo.


    Todas las emociones son necesarias

    Desde una perspectiva neuropsicológica y evolutiva (Panksepp, 1998; Siegel, 2012) sabemos que cada emoción cumple una función importante:

    • La tristeza ayuda a elaborar las pérdidas.

    • El miedo nos protege de los peligros.

    • El enfado nos muestra que algo nos ha herido o nos incomoda.

    • La frustración nos entrena en la tolerancia y la paciencia.

    Evitar que vivan estas emociones no les prepara mejor, sino todo lo contrario. Lo que necesitan es experimentar, comprender y aprender a regular sus emociones, acompañados de una persona adulta disponible y confiable.


    Lo que la infancia realmente necesita

    No necesitan que les aseguremos estar siempre felices, sino:

    • Que les acompañemos cuando sientan tristeza, enfado, miedo o inseguridad.

    • Que puedan expresarse sin que intentemos rápidamente arreglar lo que sienten.

    • Que normalicemos las emociones difíciles como parte natural de la vida.

    La teoría del apego (Bowlby, 1969) y las investigaciones sobre mentalización (Fonagy y Target, 1997) nos muestran que lo que da seguridad emocional no es evitar el malestar, sino saber que pueden sentirlo sin quedarse solas o solos en ese proceso.


    La relación con nuestro propio mundo emocional

    Es habitual que, en consulta, surja esta pregunta:

    ”¿Qué pasa si no sé sostener lo que sienten?”

    La respuesta es simple pero profunda: primero necesitamos sostenernos a nosotras y nosotros mismos.

    Autores como Siegel (2012) o Schore (2003) nos muestran que la capacidad de los niños y niñas para regularse emocionalmente depende de la regulación de las figuras adultas. No basta con decir “tranquila”, “todo irá bien” si nos desbordamos por dentro. La regulación emocional se transmite a través de la presencia.

    Cuando no hemos aprendido a convivir con nuestras propias emociones difíciles, es muy difícil acompañarlas en la infancia sin intentar eliminarlas.


    Entonces, ¿qué es realmente importante?

    Más allá de desear su felicidad, lo que verdaderamente necesitan es:

    ✔ Ser una base segura en cualquier emoción

    ✔ Validar lo que sienten, sin urgencia por cambiarlo

    ✔ Estar disponibles y presentes, sin juicio ni prisa

    ✔ Mostrar con naturalidad que todas las emociones tienen su lugar

    ✔ Crear espacios donde puedan expresar lo que sienten sin miedo

    El bienestar emocional no consiste en evitar el malestar, sino en ofrecer una relación que les permita atravesarlo acompañados.


    ¿Cómo acompañar en el día a día?

    Algunas claves que pueden ayudarte:

    • No busques solo que estén felices, permíteles también estar tristes, enfadados o con miedo.

    • Escucha lo que sienten sin prisa por arreglarlo.

    • Cuida tu propio mundo emocional, cuanto más te sostengas tú, mejor les sostendrás a ellas y ellos.

    • Normaliza que todas las emociones forman parte de la vida.

    • Recuerda que no siempre es necesario solucionar, muchas veces basta con estar.


    Conclusión

    Querer que quienes amamos sean felices es humano y legítimo. Pero si miramos con profundidad, descubrimos que la tarea no es garantizarles felicidad constante, sino ofrecerles un refugio seguro para vivir todas sus emociones.

    Lo verdaderamente importante no es evitar que sufran, sino que, cuando sufran, puedan saber que no estarán solos ni solas.


    Sobre la autora

    Soy Iris Pasamón Gonzalo, psicóloga en proceso constante de aprendizaje y creadora de El Baúl de Psicología. Acompaño a personas, familias y profesionales a cuidar el bienestar emocional desde una mirada humana, respetuosa y realista.

    En mi consulta encontrarás un espacio seguro, donde podrás reconocer, comprender y transitar lo que sientes, sin miedo, sin juicio, con presencia.


    ¿Te gustaría profundizar en este proceso?

    Si te has sentido identificada o identificado con esta reflexión y quieres aprender a sostener mejor tu propio mundo emocional o el de tus hijos e hijas, podemos hacerlo juntas.

    En El Baúl de Psicología ofrezco acompañamiento psicológico online y presencial, adaptado a las necesidades de cada persona.

    Si lo necesitas, estoy aquí para acompañarte.

    → Solicitar una primera sesión o más información


  • La trampa de la positividad tóxica: cuando fingir estar bien tiene un coste emocional

    La trampa de la positividad tóxica: cuando fingir estar bien tiene un coste emocional


    ¿Por qué hablar de esto?

    En una cultura que exalta el optimismo como si fuera el único camino hacia el bienestar, hablar de emociones difíciles puede percibirse como un acto incómodo, incluso impropio. Sin embargo, desde una mirada psicológica y humanista, reconocer lo que sentimos —incluso cuando no es “positivo”— es una necesidad emocional, no una debilidad.

    Este artículo explora el fenómeno de la positividad tóxica, respaldado por evidencia científica y con una perspectiva empática, para ayudarte a construir una relación emocional más auténtica y sostenible.


    ¿Qué es la positividad tóxica?

    Una cultura emocional que premia la evitación

    La positividad tóxica es una forma de negación emocional que se disfraza de optimismo. Consiste en minimizar, evitar o invalidar emociones consideradas “negativas” —como la tristeza, el miedo o el enfado— en favor de una actitud constantemente alegre o entusiasta, incluso cuando no se siente genuinamente.

    Según estudios sobre regulación emocional (Gross, 1998), evitar emociones incómodas de forma persistente se asocia con mayores niveles de estrés, ansiedad y disociación emocional.🔗 Disociación emocional: Cuando desconectarse es un mecanismo de supervivencia 


    Ejemplos de positividad tóxica (que quizás no sabías que lo eran)

    • Sentir vergüenza por estar triste o frustrado.

    • Evitar hablar de temas difíciles para no “bajar la energía”.

    • Reprimir emociones frente a otros para no ser percibido como “negativo”.

    • Usar frases como “todo pasa por algo” o “piensa en lo bueno” como vía de escape.

     No se trata de renunciar al optimismo, sino de no usarlo como excusa para reprimir lo que también es parte de la experiencia humana.


    ¿Qué impacto tiene la positividad tóxica en nuestra salud mental?

    Efectos psicológicos

    • Aumento de la ansiedad, al no permitirte procesar lo que sientes.

    • Sensación de soledad emocional, por no encontrar espacios de escucha auténtica.

    • Duelos bloqueados, al sentir que debes “superarlo” rápido.

    • Autoexigencia emocional, intentando ser fuerte incluso cuando estás agotado.

    Estudios en psicología clínica (Neff & Germer, 2013) subrayan la importancia de la autocompasión y la validación emocional como factores protectores ante el estrés crónico.

    Efectos físicos

    • Tensión muscular crónica, dolores de cabeza o contracturas.

    • Problemas digestivos y trastornos del sueño.

    • Síntomas psicosomáticos que aparecen cuando no expresamos lo que sentimos (Taylor et al., 2011).

     Investigación sobre el impacto de la represión emocional en la salud


    Validar emociones: una herramienta terapéutica (no una moda)

    Las emociones no son errores, son respuestas adaptativas del sistema nervioso. Cada una cumple una función:

    • El miedo nos prepara para el peligro.

    • La tristeza nos ayuda a procesar pérdidas.

    • El enfado marca límites y protege nuestra integridad.

    Negarlas no las elimina. Solo hace que se intensifiquen, se enquisten o se manifiesten de forma disfuncional.


    ¿Cómo cultivar una emocionalidad más honesta (sin caer en el dramatismo ni en el positivismo vacío)?

    1. Acepta lo que sientes sin justificarte

    Tu valía no depende de si hoy estás bien o mal. Sentir es parte del proceso humano.

    2. Sustituye frases vacías por presencia

    No hace falta resolver, basta con acompañar. En lugar de “todo pasa por algo”, puedes decir: “Entiendo que esto te duele, y aquí estoy para escucharte”.

    3. Rodéate de vínculos seguros

    Las relaciones auténticas no exigen perfección emocional. Se construyen desde la vulnerabilidad compartida.

    4. Respeta tu ritmo

    No todas las heridas sanan en los mismos tiempos. Forzar la recuperación emocional puede ser más perjudicial que sanador.

    5. Practica el autocuidado emocional

    Cuidarte no es solo “darte un gusto”, es escucharte, respetarte y acompañarte en lo que realmente necesitas.

    Respiración consciente y su papel en la regulación emocional


    Reflexión final: bienestar no es estar bien todo el tiempo

    La verdadera salud emocional no consiste en eliminar lo que duele, sino en poder sostenerlo con compasión y sin juicio. Fingir que todo está bien no te hace más fuerte: te desconecta de ti mismo.

    Desde El Baúl de Psicología, promovemos una visión integradora del bienestar. Una que incluya todas tus emociones, no solo las cómodas. Una que abrace lo humano por encima de lo estético.

    ¿Este artículo te ayudó? Compártelo desde la autenticidad

    Quizás alguien más necesita leer esto hoy.


  • Cómo el trauma se manifiesta en el cuerpo y qué hacer al respecto


    Trauma en el cuerpoDurante años se pensó que el trauma era solo psicológico. Hoy, la evidencia clínica y neurocientífica confirma que el trauma también vive en el cuerpo. A veces, incluso sin que la persona lo sepa conscientemente, el cuerpo grita lo que la mente ha silenciado.

    Dolores crónicos, tensión muscular, fatiga persistente, problemas digestivos… todos pueden ser manifestaciones físicas de un trauma no procesado.

    En este artículo exploramos cómo se manifiesta el trauma en el cuerpo, por qué ocurre y qué estrategias con respaldo científico pueden ayudar a sanar desde una perspectiva empática y realista.


    ¿Qué es el trauma y cómo se almacena en el cuerpo?

    El trauma no es solo el evento que ocurrió, sino lo que esa experiencia generó en nuestro sistema nervioso. Como explica el Dr. Gabor Maté, el trauma es una ruptura en la conexión contigo mismo, producto de una vivencia abrumadora que superó tu capacidad de afrontamiento.

    Según el psiquiatra Bessel van der Kolk, autor de El cuerpo lleva la cuenta, cuando una experiencia no puede ser integrada, el cuerpo queda atrapado en una respuesta de lucha, huida o congelación.

    Esto se traduce en un sistema nervioso que permanece hiperactivado mucho después de que el peligro pasó, generando síntomas físicos persistentes.

    Enlace relacionado:

     Disociación emocional: Cómo el trauma nos desconecta de nuestras emociones


    Síntomas físicos del trauma en el cuerpo

    El trauma no desaparece por ignorarlo. El cuerpo encuentra formas de expresarlo:

    1. Dolores musculares y tensión crónica

    Tensión en cuello, mandíbula, espalda o pecho son signos de un sistema nervioso que no ha salido del modo alerta.

    2. Problemas digestivos

    El eje intestino-cerebro se ve directamente afectado por el trauma, generando síntomas como inflamación, colon irritable o problemas de absorción.

    3. Fatiga emocional y física

    El sistema permanece en “modo supervivencia”, lo cual agota las reservas energéticas del cuerpo.

    4. Dificultades respiratorias y taquicardia

    Sensación de falta de aire, opresión en el pecho o palpitaciones sin causa médica clara pueden ser respuestas fisiológicas al trauma.

    Ansiedad encubierta: La hiperproductividad como mecanismo de evitación emocional


    ¿Qué le pasa al sistema nervioso cuando hay trauma?

    Cuando una experiencia traumática no es procesada, el cuerpo entra en modo supervivencia prolongado:

    • Aumento de cortisol: El estrés sostenido altera el equilibrio hormonal.

    • Desregulación del sistema nervioso autónomo: Se pierde la capacidad de alternar entre activación y descanso.

    • Cambios cerebrales: La amígdala (miedo) se sobreactiva y el hipocampo (memoria/emociones) se debilita.

    • Inflamación crónica: Afecta funciones inmunes, digestivas y cardiovasculares.

     Estudio sobre la relación entre trauma y salud física en PubMed


    “Todo está bien, pero yo no me siento bien”

    Muchas personas con trauma no se identifican con la palabra “trauma”, pero sienten esto:

     “No me pasa nada… pero no me siento bien.”

    Esto es típico cuando el cuerpo aún está reteniendo la experiencia emocional, aunque la amenaza ya no esté presente.

    Si te sientes identificado/a, puede ser una señal de que tu cuerpo está cargando con un trauma emocional no procesado.


    ¿Cómo sanar el trauma almacenado en el cuerpo?

    Sanar el trauma no es solo entenderlo mentalmente. Es reconectar con el cuerpo desde un lugar seguro.

    Estrategias terapéuticas con respaldo científico:

    Terapia somática y corporal: Integra cuerpo y mente para liberar tensión acumulada.

    Trabajo con memoria sensorial: Técnicas que abordan el trauma desde las sensaciones, no solo desde el relato.

    Enfoques clínicos como EMDR, IFS o terapia centrada en el trauma: Basados en evidencia y altamente efectivos.

    Movimiento consciente: Yoga, danza, caminar con atención plena para restablecer conexión corporal.

    Técnicas de regulación nerviosa: Respiración profunda, estimulación del nervio vago, visualización segura.

     Cómo la respiración consciente ayuda a regular el sistema nervioso


    Preguntas frecuentes sobre el trauma en el cuerpo

    ¿Cómo saber si mi malestar físico está relacionado con trauma?

    Si las causas médicas han sido descartadas y los síntomas se intensifican en momentos de estrés, podría haber un componente traumático.

    ¿Puedo sanar sin terapia?

    Prácticas como meditación, yoga o respiración pueden ayudar, pero ante traumas profundos, el acompañamiento terapéutico es muy recomendable.

    ¿El trauma se cura con el tiempo?

    No necesariamente. El tiempo solo ayuda si hay procesos conscientes de integración emocional.

    ¿Se puede sanar completamente?

    Sí. Con el enfoque adecuado y a tu propio ritmo, es posible recuperar la calma y habitar el cuerpo con confianza.


    Reflexión final: El cuerpo no olvida, pero puede sanar

    El cuerpo es un archivo vivo. Lo que no pudo ser expresado emocionalmente, se manifiesta físicamente.

    Sanar no significa borrar el pasado, sino recuperar la capacidad de estar presentes, de habitar el cuerpo desde la seguridad, y de reconectar con uno mismo sin miedo.

    Si este artículo te ha sido útil, compártelo en redes sociales para que más personas puedan comprender cómo el trauma se manifiesta físicamente y qué hacer para sanarlo.


  • Desconectarse para sobrevivir: La disociación emocional en la vida cotidiana

    Disociación emocional

    A veces, el dolor emocional no se borra… simplemente se silencia. Hay personas que caminan por la vida funcionando, cumpliendo, resolviendo, pero sin realmente sentir. No es que no les pase nada. Es que su mente aprendió a desconectarse de lo que duele para poder seguir.

    Desde fuera, pueden parecer estables, tranquilas, incluso admirables. Pero dentro, su mundo emocional está congelado.

    Este mecanismo psicológico se llama disociación emocional, y aunque nace como una estrategia de protección, con el tiempo puede impedirnos vivir de forma plena, presente y conectada.


    ¿Qué es la disociación emocional?

    Desde la psicología clínica, se define como un mecanismo de defensa que permite desconectarse de emociones demasiado intensas o dolorosas. No es necesariamente un trastorno, sino una respuesta adaptativa ante situaciones que han desbordado emocionalmente al sistema nervioso.

    Disociarse emocionalmente es:

    “Dejar de sentir para poder seguir funcionando.”

    Se trata de una herramienta de supervivencia que aparece en contextos de trauma, estrés crónico o entornos emocionalmente inseguros.

     Referencia recomendadavan der Kolk, B. (2015). El cuerpo lleva la cuenta.


    ¿Cómo se manifiesta la disociación emocional en la vida cotidiana?

    A diferencia de los trastornos disociativos más severos, esta forma de disociación suele ser invisible para los demás… e incluso para uno mismo. Algunas señales comunes:

    • Sentir que “nada te afecta realmente”, aunque racionalmente sabes que debería.

    • Dificultad para identificar lo que sientes: “no sé si estoy triste o simplemente vacío/a”.

    • Recordar eventos importantes sin emociones asociadas.

    • Actuar de forma automática, como si vieras tu vida desde afuera.

    • Desconectarte en conversaciones emocionales o discusiones.

    • Buscar distracciones constantes (pantallas, trabajo, redes sociales) para no detenerte a sentir.

    A menudo se confunde con autocontrol o estabilidad, pero en realidad puede ser un signo de desconexión emocional profunda.


    ¿Por qué ocurre la disociación emocional?

    La disociación no es un error, es una respuesta protectora. Se forma en contextos donde expresar lo que sentimos fue peligroso, inútil o invalidado.

    Causas comunes:

    • Experiencias traumáticas: Especialmente en la infancia, donde el sistema nervioso se ve forzado a desconectarse para protegerse.

    • Ambientes emocionalmente fríos o invalidantes: Lugares donde las emociones no fueron escuchadas ni acompañadas.

    • Estrés crónico: La sobrecarga emocional puede empujar al cuerpo y mente a separarse como forma de alivio.

    En su origen, la disociación fue una forma de supervivencia emocional. Pero lo que en su momento fue útil, puede convertirse en un obstáculo para una vida emocional rica y plena.


     El impacto de vivir emocionalmente desconectado

    A corto plazo, puede parecer funcional. Pero a largo plazo, la disociación emocional puede provocar:

    • Dificultades en relaciones íntimas y vínculos profundos.

    • Sensación de vacío o desconexión de la propia vida.

    • Desregulación emocional: aunque se repriman, las emociones siguen en el cuerpo.

    • Problemas para tomar decisiones: desconexión de deseos y necesidades reales.

    Impacto neurofisiológico:

    Estudios neurocientíficos han mostrado que la disociación emocional crónica puede alterar el funcionamiento del sistema nervioso autónomo, elevando los niveles de cortisol y afectando la regulación emocional, la memoria y el procesamiento sensorial.

    Estudio relacionado:

     PubMed – Disociación, trauma y neurobiología del estrés


    ¿Cómo empezar a reconectar con tus emociones?

    Sanar la disociación emocional no se trata de obligarse a sentir. No es una meta, es un proceso, y debe comenzar desde la seguridad.

    Estrategias para iniciar la reconexión emocional:

    1. Crear un entorno seguro

      Sin seguridad emocional, no puede haber conexión. Esto incluye espacios, personas y ritmos que te hagan sentir a salvo.

      2. Conciencia corporal

      Respiración consciente, movimiento, yoga o técnicas somáticas ayudan a volver al cuerpo y reducir la desconexión.

      3.  Nombrar las emociones

      Reconocer lo que se siente —aunque sea confuso— es el primer paso para integrar.

      4. Terapias centradas en trauma

      Enfoques como Terapia SensoriomotrizIFS (Internal Family Systems) o EMDR permiten trabajar desde el cuerpo y la emoción, no solo desde lo cognitivo.

      5. Respetar tu ritmo

      Reconectar no significa derribar muros de golpe, sino abrir pequeñas puertas a la experiencia emocional, paso a paso.

      La clave no está en forzarte a sentir, sino en crear condiciones para que sentir sea seguro otra vez.


      Preguntas frecuentes sobre la disociación emocional¿La disociación emocional es un trastorno?

      No necesariamente. Es un mecanismo común de defensa emocional. Solo en casos extremos se diagnostica dentro de trastornos disociativos clínicos.

      ¿Cómo sé si estoy disociando?

      Si experimentas vacío emocional, dificultad para identificar emociones o sientes que vives en “piloto automático”, podrías estar disociando.

      ¿Desaparece sola?

      No siempre. Muchas personas requieren acompañamiento profesional y trabajo terapéutico para reconectar.

      ¿Se puede sanar sin terapia?

      Es posible comenzar por uno mismo, pero la terapia especializada ofrece recursos y seguridad que facilitan el proceso.

      ¿Es posible dejar de disociarse?

      Sí. Con tiempo, trabajo interno y espacios seguros, es posible volver a habitar tu experiencia emocional sin miedo.


      Reflexión final: Sentir es un acto de valentía

      Disociarse no es debilidad ni falla. Fue lo que hiciste para sobrevivir.

      Pero si estás leyendo esto, tal vez haya una parte de ti que ya está preparada para volver a sentir. La reconexión emocional no es inmediata, pero es posible. Y es profundamente transformadora.

      Desde El Baúl de Psicología, te acompañamos a reconectar con tus emociones desde una mirada profesional, crítica y humana. Porque sentir —aunque duela— es también una forma de volver a casa.

      ¿Este artículo te resultó útil?

      Compártelo con alguien que pueda necesitarlo.


    1. Ansiedad encubierta: Cuando la hiperproductividad es una forma de evasión emocional


      Ansiedad encubierta

      Vivimos en una cultura donde la productividad se ha convertido en sinónimo de valor personal. Estar ocupados es visto como una virtud. Hacer más, lograr más, rendir más. Pero… ¿y si detrás de ese ritmo incesante se esconde algo más profundo?

      La ansiedad encubierta no se manifiesta en forma de ataques de pánico ni hiperventilación. Es silenciosa. Se disfraza de disciplina, eficiencia y compromiso. Y como la sociedad la aplaude, pasa desapercibida. Pero dentro, el desgaste es real.


      ¿Qué es la ansiedad encubierta?

      La ansiedad encubierta es una forma de evitación emocional. En lugar de enfrentar lo que se siente —estrés, miedo, tristeza, vacío— la persona se sumerge en el hacer constante: trabajo, planificación, compromisos.

      Desde la psicología clínica, se vincula con el concepto de evitación experiencial, una estrategia para suprimir emociones incómodas que, paradójicamente, agrava el malestar a largo plazo.

      “La trampa es que desde fuera parece funcionalidad. Pero por dentro, la carga es insostenible.”


      Signos de ansiedad encubierta (y por qué suelen pasar desapercibidos)

      A diferencia de otras formas de ansiedad, esta se manifiesta con comportamientos socialmente valorados. Aquí algunas señales clave:

      Señales comunes de ansiedad encubierta

      ✔️ Sentir culpa al descansar o no ser productivo

      ✔️ Mantener una agenda siempre llena

      ✔️ Autoexigencia constante: nunca es suficiente

      ✔️ Dificultad para expresar o reconocer emociones

      ✔️ Insomnio o sueño poco reparador

      ✔️ Dolores físicos persistentes: cuello, espalda, estómago

      Muchas veces se confunde con ambición o éxito, cuando en realidad es una forma de evasión emocional crónica.


      ¿Cómo impacta la ansiedad encubierta al cuerpo y a la mente?

      La hiperactividad emocional sostenida activa el sistema de estrés de forma crónica. Esto provoca:

      • Elevación de cortisol y alteración del sueño

      • Debilitamiento del sistema inmunológico

      • Tensión muscular y fatiga constante

      • Problemas digestivos y cardiovasculares

      • Sensación de vacío o desconexión emocional

       Referencia científicaAmerican Psychological Association – Chronic Stress Effects

      El problema no es solo hacer demasiado. El problema es sentir demasiado poco.


      ¿Por qué desarrollamos ansiedad encubierta?

      Muchos patrones comienzan en la infancia o se refuerzan socialmente con mensajes como:

      “Si dejas de moverte, te hundes.”

      “Las emociones son una distracción.”

      “Vales por lo que haces, no por lo que eres.”

      Estas creencias crean un sistema interno donde el descanso se vuelve amenaza y el sentir, una debilidad. La ansiedad encubierta se convierte en la armadura perfecta… hasta que empieza a pesar demasiado.


      ¿Cómo afrontar la ansiedad encubierta de forma saludable?

      H3: Claves terapéuticas para dejar de huir a través del hacer

      1. Fomentar la autoconciencia emocional

      Identificar lo que sientes y validarlo sin juicio.

      2. Pausas intencionales sin culpa

      Descansar no es un lujo, es una necesidad biológica.

      3. Técnicas de regulación emocional

      Respiración profunda, meditación, movimiento consciente.

      4. Revisar tus límites

      Aprender a decir “no” también es salud mental.

      5.  Explorar terapia psicológica

      Procesos como el enfoque centrado en el trauma, IFS o la ACT pueden ayudarte a reconectar con tu mundo interno.

      La clave no está en hacer menos por obligación, sino en sentir más por elección.

       Preguntas frecuentes sobre la ansiedad encubierta

      ¿Necesito terapia si tengo ansiedad encubierta?

      Si tu estado de ánimo, descanso o relaciones se ven afectados, la terapia puede ayudarte a comprender y abordar lo que hay detrás de tu hiperactividad.

      ¿Desaparece sola?

      No siempre. Puede mantenerse durante años sin ser reconocida, hasta que se manifiesta en síntomas físicos o emocionales.

      ¿Cómo diferenciarla del estrés laboral?

      El estrés laboral suele ser situacional. La ansiedad encubierta persiste incluso en entornos tranquilos.

      ¿Qué pasa si la ignoro?

      Puede afectar tu salud física, provocar insatisfacción vital, e impedir conexiones emocionales profundas.


      Reflexión final: No eres lo que haces. Eres lo que sientes.

      En una sociedad que glorifica la productividad, la ansiedad encubierta es una epidemia silenciosa. Pero vivir en estado de alerta constante no es sostenible. Tampoco es necesario.

      El verdadero bienestar no está en “hacer más”, sino en aprender a estar contigo mismo, con tus emociones, con tu calma, sin exigencias.

      Si este artículo resonó contigo, quizás tu cuerpo y tu mente estén pidiéndote algo más que acción: estén pidiéndote presencia.

      Desde El Baúl de Psicología, te acompañamos a reconectar con tu mundo interno desde una mirada profesional, ética y profundamente humana.

      ¿Este contenido te ayudó?

      Compártelo con alguien que viva en piloto automático.

    2. Cuando la tristeza se disfraza de fortaleza: El peligro de aparentar que todo está bien


      El peligro de aparentar que todo está bien

      Vivimos en una cultura que glorifica la resiliencia, la autosuficiencia y la fuerza emocional. Se nos enseña que debemos “seguir adelante” sin importar lo que sentimos. Que ser fuertes es admirable, y que la tristeza debe ser contenida o superada rápidamente.

      Pero, ¿qué pasa cuando esa fortaleza es solo una máscara? ¿Cuando tras una sonrisa inquebrantable se esconde un dolor callado?

      Muchas personas han aprendido a sobrevivir aparentando que todo está bien. Cumplen con todo, ayudan a todos, mantienen el control. Pero dentro… cargan con una tristeza silenciada, a la que no se atreven a mirar.


      La tristeza oculta detrás de la aparente fortaleza

      Este patrón emocional es tan sutil que muchas veces ni la persona lo nota. Generalmente nace en entornos donde se escuchaban frases como:

      • “Tienes que ser fuerte.”

      • “No te puedes venir abajo.”

      • “No llores, tú puedes con todo.”

      • “Siempre has sido muy maduro(a).”

      Aunque parecen mensajes motivadores, en realidad enseñan a reprimir la tristeza y a evitar mostrarse vulnerable. Así, se construye una coraza emocional: una imagen de fortaleza que protege, pero también aísla.

      “Ser fuerte todo el tiempo puede ser agotador… incluso destructivo.”


      Señales de que la tristeza se está camuflando como fortaleza

      ¿Cómo saber si estás usando la fortaleza como mecanismo de defensa?

      Indicadores emocionales y conductuales

      ✔️ Minimizar lo que sientes: “no es tan grave”, “hay gente peor que yo”.

      ✔️ Estar siempre para los demás, pero no permitirte pedir ayuda.

      ✔️ Llenar tu día de actividades para no detenerte a sentir.

      ✔️ Dificultad para llorar o sentir el cuerpo.

      ✔️ Sensación de vacío emocional, incluso si todo parece ir bien.

      ✔️ Cansancio emocional constante, sin motivo aparente.

      Quienes viven así suelen tener mucha empatía… hacia otros. Pero muy poca compasión hacia sí mismos.


      ¿Qué pasa cuando reprimimos la tristeza?

      Sostener esa máscara emocional tiene un costo físico y psicológico.

      • Ansiedad latente que aparece sin razón clara

      • Insomnio o fatiga crónica por tensión emocional

      • Dolencias psicosomáticas: dolor muscular, digestivo, cefaleas

      • Desconexión emocional: dificultad para disfrutar, para amar

      • Bloqueo emocional que impide vivir con autenticidad

       Evidencia neurocientífica: Estudios muestran que reprimir emociones activa el estrés crónico, elevando el cortisol y afectando el equilibrio fisiológico. El cuerpo guarda lo que la mente no puede procesar (Sapolsky, 2004; van der Kolk, 2015).


      ¿Por qué aprendimos a ocultar la tristeza?

      Muchas veces, este patrón viene de la infancia. Si creciste en un entorno donde llorar era signo de debilidad, o donde se valoraba más el rendimiento que el sentir, es probable que hayas aprendido a callar lo que dolía.

      A esto se suman los mandatos sociales:

      “No molestes.”

      “No te quejes.”

      “Sigue adelante.”

      Pero lo que no se siente, no desaparece. Solo se transforma: en agotamiento, en ansiedad, en síntomas físicos.


      Recuperar el derecho a sentir: el camino hacia una fortaleza auténtica

      La salida no es forzar una imagen de control. Tampoco es hundirse. Es mirar hacia dentro con amabilidad, sin juicio.

      H3: Estrategias para reconectar con lo que sientes

      1.  Nombrar lo que sientes

      Ponerle nombre a la tristeza es el primer paso para liberarla.

      2.  Permitir el descanso emocional

      No hacer nada también es autocuidado. Detenerse no es debilidad.

      3.  Aprender a recibir

      Pedir ayuda no te hace menos fuerte. Te hace humano.

      4.  Trabajar en terapia tu historia emocional

      Explorar cómo y por qué te desconectaste te ayuda a reconstruir desde la raíz.

      5.  Practicar la autocompasión

      No como indulgencia, sino como base de una fortaleza más humana, más real.

      Ser fuerte no es reprimir lo que duele, es atreverse a sentirlo con dignidad.


      Preguntas frecuentes sobre tristeza y fortaleza emocional

      ¿Sentir tristeza me hace débil?

      No. La tristeza es una emoción básica y adaptativa. Reprimirla sí puede ser dañino.

      ¿Cómo sé si estoy reprimiendo mis emociones?

      Si estás constantemente agotado, desconectado o sientes un vacío persistente, puede haber tristeza no expresada.

      ¿Qué pasa si nunca lloro?

      Llorar no es la única forma de liberar emoción, pero si nunca puedes conectar con el llanto o el dolor, es una señal de bloqueo emocional.

      ¿Se puede aprender a sentir otra vez?

      Sí. Con apoyo terapéutico, espacios seguros y tiempo, puedes recuperar tu conexión emocional sin miedo.


      Reflexión final: No tienes que demostrar nada

      No necesitas ser fuerte todo el tiempo. No tienes que fingir que todo está bien.

      Estar roto no significa estar roto para siempre.

      A veces, sanar empieza por dejarse caer un poco, por permitirse sentir lo que por tanto tiempo se ha escondido.

      Si este texto resonó contigo, quizás haya llegado el momento de dejar de aparentar y empezar a habitarte.

      ¿Este contenido te ayudó?

      Compártelo con quienes aún piensan que “ser fuerte” es ignorar lo que duele.